El pasado jueves, 10 de abril, se celebró el The Triple-i Initiative, un evento que duró alrededor de cuatro horas y que mostró un montón de adelantos de videojuegos indies. Algunos más ambiciosos, pero sin la clara potencia de titanes como Assassin's Creed Shadows y Monster Hunter Wilds, por mencionar dos recientes.
Se vieron videojuegos muy interesantes. En lo personal, me maravilló ver/descubrir pequeñas joyas como Over the Hill, Tears of Metal, Frostrail, The Alters y Morbid Metal. Por suerte, al menos uno de estos anunció que había un playtest disponible en Steam para probarlo... y claro, me lancé sin dudarlo para echar un buen rato. Estas pruebas rara vez decepcionan y son muy reveladoras.
Tears of Metal: escoceses muy cabreados contra el mundo
He probado el playtest de Tears of Metal lo suficiente para saber que lo quiero en mi vida cuanto antes. Para que te hagas una idea de lo que tenemos entre manos, se trata de un hack-and-slash roguelike de corte medieval y que puede jugarse tanto en solitario como en cooperativo. Se ambienta en una Escocia asolada por una invasión venida de un meteorito.
Esto es lo que dice la descripción oficial, pero yo tengo otra descripción mucho más cañera e ilustrativa: viene a ser un musou al estilo Dynasty Warriors: Origins con un estilo artístico muy comiquero, metal de fondo y escoceses muy cabreados con mandobles... al menos el personaje que he podido probar, que es un pelirrojo con muy malas pulgas. Fantasía medieval de la chula.
Por lo que he visto, la cosa va a así: cuentas con un pueblo a modo de base que debes desarrollar para mejorar a los personajes. Cada personaje cuenta con sus propias habilidades, mejoras permanentes y combos. También puedes adquirir y mejorar tropas que te acompañan durante las batallas. En el playtest solo he podido probar uno: un berserker pelirrojo con un mandoble a lo William Wallace de Breakheart. Nada fuera de lo normal. Lo divertido viene cuando te lanzas al campo de batalla.
El meollo de Tears of Metal está en las campañas bélicas. Aquí empieza el rollo roguelike. Son una serie de mapas creados de forma aleatoria y divididos en diferentes territorios. Tú eliges qué territorios conquistar en función de tus necesidades hasta llegar al jefe final. Debes mantener la vida del personaje a medida que desbloqueas habilidades pasivas y activas temporales (para esa campaña) y obtienes recursos: dinero, runas y más.
Las batallas son básicamente eso... batallas. Decenas de soldados con armadura (o sin ella) dándose mamporros con espadas, arcos, escudos y otros objetos diseñados para hacer daño a tus enemigos. Hay mecánicas de dash, parry, combos y habilidades especiales que puedes invocar cuando rellenas una barra, como una salva de flechas que barre buena parte de tu campo de visión.
Es muy divertido, demasiado para el bienestar de muchas personas. Porque no deja de ser un musou, un género cuya diversión y altas dosis de violencia está más que probado. No por nada Dynasty Warriors lleva más de una década sacando entregas. Aunque no todos son hordas, también encuentras jefes especiales, desde humanos que son tanques andantes hasta demonios gigantes... y ahí la cosa se pone muy souls. Toma elementos de Batman Arkham como señalar sobre la cabeza cuando hacen ataques bloqueables o no bloqueables.

No soy fan de los roguelike. He probado bastantes y reconozco maravillas como Hades, pero sencillamente no son para mí. Lo máximo que he disfrutado hasta ahora ha sido God of War Ragnarok: Valhalla. Ahora, Tears of Metal ha conseguido superar esta barrera con su playtest... y obvio que el mérito reside en el apartado hack-and-slash y en las batallas de corte musou que te permiten reventar a decenas de enemigos sin ningún miramiento. Necesito que Paper Cult, sus creadores, lancen esta maravilla porque definitivamente la necesito en mi vida para ayer.
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